Editorial Otoño 2010
Nadie puede poner en duda que este año ha sido movido. El año 2010 trajo para Chile un panorama político que aún el mejor de los pronósticos no pudo preveer. Un enorme terremoto azotó la zona centro-sur del territorio seguido de un tsunami que transformó - tanto pequeñas como grandes poblados- en zonas de guerra.
Ya transcurridos casi 2 meses de aquella madrugada del 27 de Febrero, las repercusiones económicas y políticas han empezado a salir a flote. La primera de ellas, gracias a los antecedentes que entregaron los medios de comunicación, horas después de suceso, motivó condenar el actuar del pueblo frente a los saqueos, y ayudaron a instalar el pánico y el desconocimiento en la población, ignorando del todo que la gran mayoría de aquellos “delincuentes” tampoco tenían mucho para vivir antes del cataclismo y desconociendo que los “valores” promovidos por la economía de mercado, tales como el egoísmo, la indiferencia, el consumismo motivaron a muchos a acaparar y acumular sin tener urgencia alguna. La solidaridad entre los mismos pobladores se vio opacada por los despachos en vivo que mostraban y alentaban a la desconfianza total, haciendo creer que la situación era la de “todos contra todos”. Nadie dijo que la situación de pobreza y el desamparo de muchas de estas localidades ya era trágica mucho antes de que ocurriera la catástrofe.
Casi un mes antes, el 17 de Enero, en el terreno político ya se había sentido un fuerte remezón. El candidato de la coalición por el cambio, Sebastian Piñera E. era electo tras un evidente, y bien prolongado, desgaste de la entonces oficialidad concertacionista. Y claro está que, para los diversos sectores de trabajadores y asalariados, esta elección fue - más que una elección presidencial- una especie de cambio de gestión, un cambio de directorio empresarial con un gran despligue y gasto publicitario. Una gran campaña política-farandulera que en términos de programa deja mucho que desear, y donde más bien los chilenos eligieron un gerente exitoso, “un emprendedor” para sacar adelante este Estado-empresa que tras 20 años de gobierno de
Como continuación de
Y no hay duda que este panorama de crisis es un escenario político idóneo para un empresario que asume el sillón ejecutivo. Aún contemplando que los programas de Gobierno hayan sufrido cambios, la meta de crecimiento de estos 4 años de mandato entorno al 6% se facilitará gracias a la reactivación de determinados, pero estratégicos sectores, producto del terremoto y los planes de reconstrucción de él derivados. Es de esperar que tras un periodo de crisis, el crecimiento económico se dispare, por lo que no será sorpresa que los indicadores económicos, en especial el IMACEC (1) arrojen ya en el mes de Abril cifras de crecimiento.
Sólo en Educación el plan de financiamiento contempla unos US$2.100 millones que serán destinados casi exclusivamente a recuperar la infraestructura perdida. Recursos que son provisorios y representan el carácter de urgencia que Piñera le confirió a la reanudación del año escolar, fijando fecha límite el 26 de Abril. Habrá que pensar entonces si el universo aproximado de 1.250.000 estudiantes afectados por el cataclismo recibirá una educación y una asistencia menor o igual a la que recibían antes del suceso. “Reconstruir mejor que antes”, como dijo Piñera, ¿significará a la larga profundizar la enorme brecha educacional y desarrollar nuevas políticas ineficaces para la mejora de la calidad de la educación pública? ¿Piñera cree que 50 liceos de excelencia solucionan el problema de
Para nosotros/as, trabajadores de
Son señales que los costos de la catástrofe, nuevamente, están siendo traspasados a la población. Y que será argumento para postergar numerosas demandas pendientes en materia social y laboral. Sabiendo que el Estado posee a través del FEES (2) fondos invertidos en el extranjero que superan los US$11.000 millones y la posibilidad de instalar el tan postergado Royalty podemos asegurar que si de recursos se trata, el Estado no se queda corto. Además, mucha riqueza se han robado los empresarios en esta parte del mundo como para decir ahora que no pueden costear la reconstrucción. El costo de la reactivación del aparato productivo dañado y de la infraestructura caída debe ser asumido en integridad por quienes explotan día a día al pueblo.
En tiempos de crisis es fácil implantar políticas que en otra situación provocarían un descontento social. Tenemos
Que salgan a flote las iniciativas solidarias de clase, que renazcan las voluntades rebeldes, que se levanten las dignidades ninguneadas, que se rearmen los sueños populares y que se reconstruya un pueblo organizado, ahora más que nunca, pues la naturaleza nada tiene que ver con la avaricia acaparadora y la mezquindad individual que promueven los dueños de Chile
Una muestra de afecto a todas y todos los compañeros/as que tras el cataclismo sufrieron sin más consuelo que saber que sobrevivieron para contarlo.
¡Arriba los y las que luchan!
Otoño 2010
Colectivo Mal de Ojo
(1): Índice Mensual de Actividad Económica
(2): Fondo de estabilización económica y social
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