domingo, 5 de abril de 2009

Boston College: Limitaciones de la negociación colectiva

A comienzos del 2008 tuvimos nuestra primera negociación colectiva como sindicato, la cual significó un gran aprendizaje.

En un comienzo, cuando estábamos en la fase de redactar una propuesta de negociación, pensábamos que todos nuestros problemas como trabajadores se verían solucionados. Lamentablemente, no previmos un sin fin de cosas. Esto fue así, por que caímos ingenuamente en el juego de las leyes laborales. Como se dice, “nos creímos el cuento” de que un contrato colectivo era efectivo para solucionar los problemas que nos aquejan como trabajadores.

Cuándo vimos que no era tan fácil presentar una propuesta de contrato colectivo, debido a todos los pasos legales que debíamos seguir, decidimos contratar un abogado para no arriesgarnos, sobre todo por que se decía que el sostenedor no era “tan malo”, ya que nunca se salía de lo legal.
En fin, con abogado y todo, elaboramos el proyecto y le pusimos de todo: reajuste salarial, implementación e infraestructura, aumento de las vacaciones, etc. Todo lo que soñábamos estaba en ese papel, obviamente pensando que nuestras necesidades económicas se solucionarían en algo, teniendo en consideración, además, todas las alzas de precios que nos afectaron durante el 2008.

Cuando empezó el período de negociación, las cosas cambiaron un poco.

El primer problema, fue que la responsabilidad de la negociación recayó mucho en los dirigentes. Esto habla de una cultura sindical muy dormida, donde los compañeros descansan mucho en la figura legal del directorio. Debido a esto, se discute poco y no se reflexiona la magnitud de lo que está en juego, no previendo que cuando se negocia, también se puede perder y ante eso hay que tomar medidas.

Entonces, cuando los plazos se fueron acortando, es decir, cuando llegó la ultima propuesta del sostenedor, y esta no nos solucionaba los problemas de fondo, nos dimos cuenta que nos atrapaba la máquina.

A esta altura el desgaste de los dirigentes era evidente, agobiados por resolver cuestiones de “forma” del contrato, según lo estipulaba la ley.

Debido a esto, seguimos el conducto, y votamos la huelga. Aunque con miedo, la mayoría de los socios tomo esta decisión, pero antes más que por defender lo que habíamos propuesto, era porque el tiempo se había acabado.

Al final, con la huelga encima, los dirigentes agotados y la ley presionando con su mano invisible, la huelga no se hizo efectiva (por suerte, ya que habría sido un desastre), y se terminó aceptando la propuesta del sostenedor.

Ahora, casi un año después, yo me pregunto ¿Qué ganamos?

¿Acaso un reajuste que se lo lleva de lleno la inflación nos mejora en algo la situación a los trabajadores y a nuestras familias? ¿o los bonos por matrimonio, o por fallecimiento? O los $8000 que nos van a dar ahora en marzo para comprarnos los uniformes que la empresa nos exige ¿Quién anotó el gol a quien?

El sostenedor sabía que tenía el sartén por el mango. Conocía la ley, y se llevaba bastante bien con ella (por algo él es el patrón). Sabía que éramos un sindicato pequeño y que no teníamos relación con los demás sindicatos de los otros BOSTON COLLEGE (los cuales tienen giros distintos). Tampoco estábamos federados, ni mucho menos confederados. Entonces era de suponer que no teníamos con qué hacer presión.

De esta experiencia es necesario aprender, ya que todo el marco legal con el que fuimos a dar nuestra batalla, era nada más y nada menos que la ley que protege al patrón.

Por lo tanto, mientras seamos un sindicato chico, de empresa y poco participativo será muy difícil dar un paso adelante. Mientras seamos un sindicato que no plantee sobrepasar los marcos legales para negociar, es decir NEGOCIAR DE HECHO con la fuerza que nos de la unión y la solidaridad, seguiremos dando palos de ciego.

¡Solo la unidad nos dará la fuerza para mejorar nuestras condiciones de vida!

Dominique Siddi,
Secretaria del Sindicato del Boston College - La Florida

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